En el comienzo es el lenguaje
El
lugar de la literatura en la educación inicial En el comienzo es el lenguaje
Hoy se sabe que la variedad, el desafío y la calidad de las experiencias
verbales y no verbales brindadas al bebé construyen su cerebro, y es igualmente
cierto que la vida emocional está enraizada en el vínculo afectivo con las
personas más cercanas, que lo envuelven entre múltiples lenguajes. Esa
nutrición, tan importante como la nutrición fisiológica, ofrece seguridad
emocional y oportunidades permanentes a la niña o al niño para saber quién es,
qué siente, dónde termina y dónde comienzan los demás. Según afirma Bruner
(1986), las facultades originales que posee el bebé para interpretar y construir
significados se activan en la medida en que la madre, el padre o su cuidador lo
involucran en ese juego de doble vía que él denomina “reciprocidad” y que
ilustra la capacidad, cada vez mayor de la madre para diferenciar las razones
de su llanto, así como la capacidad del niño de anticipar esos acuerdos. Saber
que todo ser humano se nutre de palabras y símbolos y que inventa su historia
en esa conversación permanente con las historias de los demás confiere al
lenguaje un papel fundamental en la configuración del ser humano. Desde este
punto de vista, el lenguaje, en el sentido amplio de capacidad de comunicación
y simbolización, la lengua —oral y escrita—, como sistema de signos verbales
compartido por la comunidad a la que se pertenece, y la literatura, como el
arte que expresa la particularidad humana a través de las palabras, son
esenciales en la educación inicial, puesto que el desafío principal que se
afronta durante la primera infancia es tomar un lugar en el mundo de la
cultura, es decir, reconocerse como constructor y portador de significado. Las
bases para comunicarse, para expresar la singularidad, para conocer, conocerse
y conocer a los demás, para sentir empatía y para operar con símbolos se
construyen en los primeros años de la vida y por eso el trabajo cultural,
entendido en sentido amplio como el acceso y el disfrute de todas las artes,
del juego, de la lectura y de las prácticas familiares y comunitarias que
identifican y vinculan a las niñas y a los niños con su herencia simbólica es
un componente prioritario de la educación inicial.
Recuperado
de: “La literatura en la educación inicial” http://www.omep.org.uy/wp-content/uploads/2015/09/la-literatura-en-la-ed-inicial.pdf
¿Qué significa leer en
la educación inicial?
Si
bien la experiencia literaria resulta fundamental para la construcción de la
lengua escrita, es importante aclarar que leer, en la educación inicial, se
entiende en el sentido amplio de desciframiento vital, de posibilidades
interpretativas y de exploración de mundos simbólicos, lo cual no implica
enseñar letras descontextualizadas, hacer planas o alfabetizar prematuramente.
Más allá de un conjunto de habilidades secuenciales y escalonadas, la
literatura implica familiarizarse con la cultura oral y escrita, explorar sus
convenciones y su valor connotativo, expresarse a través de gestos, dibujos,
trazos y garabatos, interpretar y construir sentido, inventar historias y
juegos de palabras y disfrutar de los libros informativos, lo mismo que de la
narrativa y de la poesía —oral y escrita—, pero, sobre todo, implica
experimentar las conexiones de la lectura con la vida. Por consiguiente, no hay
que pensar en etapas drásticamente separadas, en plazos inamovibles o en libros
que solo sirven para una edad: así como no hay un día o un mes estándar en el
que las niñas aprenden a balbucear o a hablar, tampoco existe ninguna presión
para “enseñarles a leer”, en el sentido alfabético, durante la educación
inicial. Ello no significa, sin embargo, desconocer las escrituras iniciales de
las que se valen las niñas y los niños para plasmar sus historias, los
descubrimientos sobre la lengua escrita que hacen, sus incesantes preguntas
—“¿aquí qué dice?”—, las paulatinas diferencias que van descubriendo entre
escribir y dibujar, y su deseo de leer, de hojear, de escuchar cuentos, de
inventarlos, de interpretarlos y de escribirlos a su manera, con sus códigos
inventados, sin presión adulta. Entender esos ritmos particulares, acompañar
esos literatura · 29 descubrimientos y esa familiaridad progresiva con la
lengua, estimular las elecciones personales que ayudan a los adultos a
“leer-los” y, sobre todo, a generar deseo y placer frente a la lectura y la
escritura, respetando las particularidades y las múltiples formas de expresión
propias de la infancia, son las tareas de la educación inicial. En ese sentido,
las experiencias literarias constituyen una gran reserva de conocimientos y
emociones que, si bien facilitan el proceso de construcción de la lengua
escrita, no se restringen a “preparar” para leer alfabéticamente, sino para
operar con símbolos. La lectura en la primera infancia es, sobre todo,
acompañamiento emocional, demostración de las posibilidades simbólicas de los
libros y estímulo para la curiosidad y el vínculo afectivo. Todo ello se
constituye en el sustrato para querer leer en un sentido amplio, es decir, para
participar en el encuentro de cada ser humano con la cultura a lo largo de la
vida.
Recuperado
de: La literatura en la educación inicial. Documento Numero .23 http://www.omep.org.uy/wp-content/uploads/2015/09/la-literatura-en-la-ed-inicial.pdf
La
literatura infantil colombiana se abre camino
Los
libros para niños "made in Colombia" suben varios escalones en el
reconocimiento internacional. Se destaca, sobre todo, su originalidad en las
historias y su calidad gráfica.
“¿De qué sirve un libro sin imágenes?” se
preguntaron hace más de 30 años los pioneros del libro infantil en Colombia,
entre ellos los ilustradores Sergio Trujillo Magnenat, Sergio Jaramillo,
Édgar Ródez y Alekos, así como los escritores Jairo Aníbal Niño, Triunfo
Arciniegas, Yolanda Reyes y María Fornaguera, entre otros.
Estos artistas dejaron una huella
creativa e inspiradora en las nuevas generaciones, que hoy multiplican
reconocimientos por sus novedosas propuestas gráficas y narrativas. Un
argumento más para ratificar que este género está atravesando lo que podría
llamarse un nuevo boom. Las cifras lo confirman: según la Cámara Colombiana del
Libro, mientras en 2006 se publicaban al año 61 títulos de este segmento, en
2015 esa cifra llegó a 853.
La última buena noticia del sector tuvo como
protagonista a la editorial Tragaluz, que el próximo 4 de abril recibirá una
mención de honor en la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil de
Bolonia –la más importante en el mundo en este segmento–, en la categoría
Nuevos Horizontes del Premio Bolonia Ragazzi, por su libro Conquistadores en el
Nuevo Mundo, escrito por Carlos Grassa e ilustrado por Pep Carrió (en 2014 la
editorial Rey Naranjo ganó también en esta feria y en esta categoría con el
libro La chica de polvo).
Otra de las grandes noticias para este género
literario es que la International Board on Books for Young People (IBBY),
un catálogo bienal de libros para niños y jóvenes con sede en
Suiza, resaltó este año a tres creadores colombianos: Amalia Satizábal, en
la categoría ilustradora; María del Sol Peralta, en la de traducción; y Triunfo
Arciniegas, en la de autor.
Estos talentos, seleccionados por
Fundalectura, representan un híbrido entre la experiencia y la experimentación.
El cuento de Satizábal, Ema y Juan, conquista a los lectores más pequeños
porque narra con humor y en forma sencilla la historia de un perro y una gata
que aprenden a convivir con sus diferencias. Según Janeth Chaparro,
coordinadora del Centro de Documentación de Fundalectura, ese título seduce por
su nivel gráfico. La obra, publicada en 2015, ilustra el impulso que los
editores emergentes como GatoMalo le están dando a las historias narrativas y
gráficas.
Otro camino ha recorrido la traductora María
del Sol Peralta, quien, desde su especialidad de pedagoga, le ha dado al
universo infantil la posibilidad de narrar a través de nuevos lenguajes, como
la música. Su trabajo, Versos de no sé qué (Panamericana), recoge la
obra de seis poetas portugueses y nace, en parte, de las enseñanzas de los
precursores de este género visibilizados por editoriales como Carlos Valencia.
“Ellos –dice Peralta– sirvieron de referente
para autores y editores que se esfuerzan cada vez más por avivar las voces
colombianas y fortalecer una estética que dialogue con las nuevas narrativas”.
Y menciona nombres como Arciniegas y su trabajo Letras robadas (Océano
Travesía): la historia de Clara, una niña “enamorada de las letras”.
Arciniegas, autor de obras como Las batallas de Rosalino, reconoce la
evolución y el crecimiento de este género en Colombia, y destaca especialmente
el impulso que le han dado las editoriales independientes. “El panorama –dice– es
ahora más rico y diverso, aunque no lo suficiente”.
Su mano derecha en Letras
robadas fue la escritora e ilustradora Claudia Rueda, también nominada
al premio Hans Christian Andersen 2016 –el Nobel de la literatura
infantil– por su obra completa, entre la que se
destaca No (2009), Dos ratones, Una rata y un queso (2009)
y Todo es relativo (2011).
“Aplaudo el trabajo de Claudia Rueda”, dice Jairo Buitrago, también autor de reconocidos libros infantiles como Eloísa y los bichos (2009) –un best seller– y El primer día (2010). Rueda, agrega, “es una ilustradora superimportante en el mundo. Es de las pocas, por ejemplo, que publica con editoriales tradicionales de habla inglesa como Scholastic”.
“Aplaudo el trabajo de Claudia Rueda”, dice Jairo Buitrago, también autor de reconocidos libros infantiles como Eloísa y los bichos (2009) –un best seller– y El primer día (2010). Rueda, agrega, “es una ilustradora superimportante en el mundo. Es de las pocas, por ejemplo, que publica con editoriales tradicionales de habla inglesa como Scholastic”.
Tanto Buitrago como Rueda representan una ola
de artistas que se han abierto puertas a pulso en países como México y Estados
Unidos. Sus obras, incluso, se han traducido a idiomas como el japonés, el
coreano y el portugués.
Según María Osorio, editora de Babel, estos
dos representantes de la literatura infantil colombiana han abandonado la
publicación local y se han hecho más universales, lo que muestra
el esfuerzo individual de escritores e ilustradores por salir del
país y cultivar su carrera afuera.
Podría hablarse del nuevo boom de un género
que tuvo su época dorada en los ochenta, con obras como Chigüiro de Ivar da
Coll; que hacia los años noventa vivió su época más difícil debido a que la
escasa oferta editorial estaba concentrada en comercializar textos escolares y
libros infantiles provenientes de España y Estados Unidos, principalmente.
Lo que favoreció el arranque de iniciativas
independientes, en parte, fue la aplicación de proyectos y políticas que varias
entidades públicas y privadas pusieron en marcha para impulsar la lectura en el
país. Dos ejemplos: el Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas en 2004, y la
Primera Feria del Libro Infantil en Bogotá en 2007.
Sin duda, el gobierno ha sido un impulsor.
Enrique González, presidente de la Cámara Colombiana del Libro, dice
que las compras de los gobiernos para nutrir las bibliotecas públicas y los
planes de lectura son una “palanca” esencial para la industria editorial. “No
sirve de nada un comercial para promover la lectura si no hay libros”.
Recuperado de :” Revista semana “http://www.semana.com/cultura/articulo/literatura-infantil-colombiana-es-reconocida-internacionalmente/466021
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